Advanced Level - Reading No. 3
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El Tendero
Es una tarde oscura de domingo en la ciudad. Las multitudes han ido desapareciendo a medida que la gente se dirige a casa a disfrutar la última parte de su fin de semana al frente de la televisión. Goran mira hacia afuera y a través de la ventana de su tienda, ve la gente pasando de prisa con sombrillas que las protegen de la lluvia. Han pasado más de 10 años desde que él se mudó a Nueva York desde París. No puede creer cuánta suerte tiene de estar aquí. Nueva York, donde todo es posible.
La mayoría de las tiendas ya han cerrado por el día. Goran ha decidido mantener la suya abierta por un rato más. Nunca se sabe, siempre hay de esos clientes que se dan cuenta en el último momento que todavía no han recogido el periódico del domingo. Las noticias del periódico no son tan recientes como las que se pueden leer por internet, pero no les gusta perderse los cupones que vienen en el periódico para la siguiente semana. Por supuesto en un día como éste, siempre hay una pareja empapada que entra corriendo para comprar una de las excesivamente caras sombrillas que vende Goran. Además, él se siente inusualmente feliz hoy; simplemente feliz de estar vivo. No hace mal disfrutar de este tiempo sólo por una hora más, antes de irse a casa donde su familia. El negocio está marchando muy bien, y él se pregunta si se debe molestar en abrir su tienda mañana. ¿Por qué no simplemente quedarse en casa, ayudar a enviar a los niños a la escuela, tal vez cocinar un poco para la familia?
¡Ah, la familia! Él nunca se imaginó que la vida pudiera ser tan buena de nuevo. La guerra en Bosnia había cambiado su vida para siempre. Responder al reclutamiento para alistarse en el ejército había sido el error más grande de su vida. El ejército Serbio de Bosnia no era un lugar bueno para él. En realidad no tenía nada en contra de los musulmanes o los croatas. Le tomó un mes armarse de valor para desobedecer las órdenes de ‘limpiar’ de personas no Serbias los vecindarios de Sarajevo y los pueblos aledaños. Pasó tres meses en un campo de ‘prisioneros de guerra’ y ‘traidores’ con apenas suficiente comida, agua o sanidad. A los prisioneros se les golpeaba, torturaba y mataba frecuentemente. Les tomó a él y a un amigo, dos semanas para identificar un plan para escapar. Su amigo se tropezó durante la huída cayendo víctima de los perros y dándole a Goran tiempo invaluable para escapar. Él no tiene idea si su amigo sobrevivió.
Fue un largo y duro viaje a través de al menos tres países diferentes, pero finalmente llegó a París. Sus parientes estaban llenos de alegría de verlo, pero la vida en Francia era dura, incluso para ellos. Vivir con ellos por un período largo de tiempo no sería justo. El desempleo en Francia era alto. Trabajos para inmigrantes nuevos, especialmente aquellos con conocimiento limitado del idioma francés, eran prácticamente inexistentes.
Para entonces, las atrocidades cometidas en Bosnia principalmente por el ejército Serbio de Bosnia y por los paramilitares, empezaron a aparecer en los titulares a través de Europa y América. Luego una noche de camino a casa, después de un día agotador buscando trabajo, fue atacado por cinco jóvenes norteafricanos que le dieron una paliza después de darse cuenta que era un Serbio de Bosnia. Uno de ellos probablemente había reconocido su acento después de oírlo por casualidad pidiendo indicaciones en su francés quebrado. Le parecieron amigables al principio, mientras le hacían preguntas y parecían sentirse identificados con lo que él había vivido. ¡Gran error! Aparentemente, ellos tenían fuertes sentimientos hacia las atrocidades cometidas en contra de sus hermanos musulmanes.
No había forma de que pudiera continuar viviendo en Francia. Había recibido una carta de su hermano hacía una semana, que decía que Goran sería bienvenido en su casa en Nueva York para empezar una nueva vida allí. Una nueva vida, un nuevo comienzo; eso es lo que él necesitaba.
“Eso parece un sueño ahora” pensó Goran, mirando alrededor de su pequeña tienda. “Dos guerras en los Balcanes, la Unión Europea, un Afro-americano en la Casa Blanca, pero lo mejor de todo, mi nueva vida”. Su pequeña tienda en la parte central de Manhattan ofrecía los mejores emparedados del barrio a sus clientes. Se había casado con Milica, lo mejor que le había pasado en su vida. Ella le había dado dos hijos maravillosos. Su hijo Kristijan de 12 años y Natalija de 10. “¿Qué hice yo para merecer unos hijos tan buenos?” se preguntaba. “Ellos estudian mucho y les va bien en la escuela. Deben continuar con la universidad y hacer más con sus vidas que trabajar en una tienda. Debo pasar más tiempo hablando con los niños, jugando con ellos, sacándolos a pasear”, pensó Goran. “El trabajo en la tienda toma mucho tiempo. Pero ahora el negocio va bien y tengo suficiente dinero ahorrado. Me puedo permitir cerrar un poco más temprano y tal vez sacar la familia a una buena cena. Milica es tan buena esposa y madre. Ella se merece mucho más. Tal vez deba recoger unas flores de ida a casa. Sí, ella sí me extraña. No lo dice pero lo puedo ver en sus ojos cuando me acompaña a la puerta en la mañana y me entrega el abrigo. Eso es, voy a cerrar por el día. Las cosas van a ser diferentes de ahora en adelante”. ¡Ching! Goran escucha las pequeñas campanas sonar cuando alguien entra a la tienda.
“Estoy cerrando” dice Goran. “¿Puede volver mañana?”
“Esperaba simplemente… poder comprar una taza de café fresco” responde el extraño con aire de disculpa.
“No se preocupe” responde Goran con una sonrisa cortés. “Le serviré su café fresco. ¿Le gustaría acompañarlo con unas galletas?”
“No, está bien” responde el hombre, “sólo el café es suficiente. Es muy amable de su parte mantener abierta la tienda por mí unos minutos más”.
“No hay ningún problema. Si me hubiera pedido un emparedado, le hubiera tenido que decir que no. Ya he empacado toda la comida por esta noche. Tiene suerte que todavía me queda un poco de café fresco. ¿Lo toma con azúcar y crema?”
“Es muy amable de Usted de todas formas. Solamente azúcar por favor”.
“¿Vive usted en el vecindario?” pregunta Goran, considerando si el extraño podría convertirse en un cliente regular de su tienda. “Él no puede tener más de treinta años” pensó Goran, observando al hombre. “Su acento suena americano con un rastro de... No estoy seguro, pero suena familiar”.
“No, vivo en Nueva Jersey” responde el extraño mirando directamente a Goran. “¿De dónde es usted?... Quiero decir, ¿originalmente?”
“Yo soy de Croacia. Me mudé aquí al principio de los años 90, cuando la guerra empezó”, responde Goran.
“¿Croata? ¿De verdad? Hubiera dicho Serbio de Bosnia”, responde el hombre, todavía mirando a Goran directamente.
“¿Por qué piensa usted eso?” pregunta Goran sorprendido. “¿Es usted de Croacia?”
“No, de Bosnia” responde el extraño estudiando la expresión de Goran. “Me mudé aquí hace mucho tiempo, pero pasé parte de mi niñez allí”
“Oh, supongo que ha estado aquí mucho tiempo. Su acento suena como si hubiera crecido aquí. Espero que usted y su familia hayan podido salir a tiempo”. Goran comienza a sentirse un poco intranquilo pero trata de ocultarlo con una sonrisa cortés. “Aquí está su café. Que tenga una buena tarde y por favor, vuelva. Tengo que cerrar ahora, pero tal vez podamos charlar un poco más la próxima vez”.
El hombre camina hacia la puerta sin hacer ruido y le pone la cerradura, asegurando la puerta desde adentro. “Usted en realidad no me reconoce, ¿verdad? Bueno, ¿por qué habría de hacerlo? Estoy seguro que todo hacía parte de su jornada de trabajo en aquel entonces. Debimos haber sido cientos, ¿miles tal vez?”
Goran tiene un recuerdo instantáneo de aquel día en el subterráneo en París, cuando los jóvenes lo asaltaron. Él empieza a respirar profundamente y su corazón comienza a latir más rápido. “No estoy seguro de qué me habla. ¿A caso nos conocemos?”
“¿Que si nos conocemos?” responde el hombre con una sonrisa sarcástica. “Déjeme refrescarle la memoria. Višegrad, Bosnia, 1992. Ustedes saquearon y quemaron nuestra casa; usted y sus matones. ¿Por qué? ¿Qué les habíamos hecho? Yo tenía diez años en aquel entonces, pero mi niñez se acabó después de eso. Mi hermana y yo logramos escapar vivos, pero el resto de mi familia incluyendo mi hermana pequeña, fueron asesinados en la masacre”.
“Creo que usted me confunde con alguien más. Por favor váyase o llamaré a la policía. En realidad no tengo idea de lo que usted me habla” responde Goran, con voz temblorosa.
“Nunca podría olvidar su rostro; ‘Goran el sádico’ como se le conocía en el este de Bosnia en aquel entonces. Mi hermana y yo vivimos con el trauma de ese día todos estos años; casi 18 años. Mi hermana se suicidó el año pasado. Ella no podía vivir más con las pesadillas de lo que le pasó a ella y a todas esas otras miles de mujeres. Presté mucha atención en los juicios en La Haya con la esperanza de verlo allí o de al menos escuchar que se mencionara su nombre. Luego, hace tres semanas, lo reconocí en el subterráneo. Sentado allí con su esposa e hijos, charlando, sonriendo, sin una preocupación en el mundo. ¿Acaso ellos saben quién es usted en realidad? Lo he estado siguiendo desde entonces. Le ha ido bastante bien, considerando que es responsable de crímenes de guerra. No se preocupe, le envié a su familia una carta con fotos para explicarles. No quisiéramos que pensaran que su padre y esposo fue asesinado por un psicópata al azar, ¿verdad?”
“Por favor, usted sabe que tengo familia” dice Goran, levantando sus manos y con voz temblorosa. “Le juro, no lo conozco a usted o a su familia. No tengo nada que ver con atrocidades. Usted me tiene confundido por alguien más. Goran es un nombre común. La gente me dice todo el tiempo que me parezco a...”
Goran apenas oyó el disparo. Estaba demasiado enfocado en el rostro del hombre como para darse cuenta de lo que estaba en su mano. Un minuto antes, él estaba tratando despacio de alcanzar el teléfono, y al siguiente, estaba tirado en el piso, con un charco de sangre acumulándose junto a él. ¡Bang! Otro disparo y Goran escucha cuando el hombre cae fuerte al piso. Él mira alrededor y trata de levantarse, pero no puede moverse. Comienza a sentir el dolor agudísimo de una herida de bala en el abdomen. No hay nada que pueda hacer, sólo quedarse tirado allí esperando ayuda, si es que ésta llega.
Trata de acordarse de lo que pasó en 1992, antes de finalmente desertar. Ahora todo le parece que hubiera sido un mal sueño. “Todos esos sobrevivientes, ¿podrían algún día tener vidas normales de nuevo?” se preguntó. “¿El hombre dijo que en aquel entonces tenía diez años? ¿Por qué no le parecía familiar su rostro?” Goran hace un esfuerzo por recordar todo lo que tanto trató antes de olvidar, a medida que va perdiendo la consciencia. “Tengo que resistir” decide con determinación, mientras que observa el techo.
Comienza a pensar en su familia. “Milica debe estar calentando la cena pensando que llegaré en cualquier momento. Disfruto verla servir la cena mientras que todos nos sentamos en la mesa a hablar de nuestra jornada. Supongo que tendré que cerrar la tienda por un tiempo y pasar más tiempo con la familia. Me pregunto cuánto me tomará sanar. ¿En realidad me llamaban ‘Goran el sádico’ en el este de Bosnia? Seguramente había otros que eran tan malos ¿o peores que yo? Era una guerra y yo simplemente estaba siguiendo órdenes, pero ¿por qué lo hacía con tanto entusiasmo al principio? Si no llego al hospital a tiempo, me pregunto si Milica se encargará de la tienda. Los niños deben ir a la universidad. Ellos serán mucho más de lo que yo he sido. ¿Alguna vez tendré la oportunidad de explicarles esa carta? ¿Alguna vez lo entenderán?” Cierra sus ojos y una lágrima rueda sobre su rostro y cae al suelo. “¿Alguna vez me perdonarán? Lo siento… Lo siento tanto…”
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